Aquellas melodías que alguna vez adornaron nuestras tardes —sutiles, casi etéreas—, hoy emergen desde las simas de mi alma como un lamento antiguo, cargadas de un eco que no se disipa, un veneno que no cesa.

Cada acorde, que antaño vibraba con la luz de nuestras risas entrelazadas, ahora retumba como un réquiem sin fin en la vasta oscuridad de mi soledad.
Las notas, frías como la lápida de un amor sepultado, se deslizan como cuchillas invisibles, rasgando los pliegues más íntimos de mi memoria, desangrando los recuerdos que creí invencibles, inmortales.
Me envuelven las sombras de aquellos días dorados —fantasmas que se niegan a partir—, las noches donde nuestras miradas danzaban bajo la mirada silente de la luna, cómplices de un amor que parecía eterno, pero que ahora yace reducido a cenizas. El fulgor de nuestras promesas, antaño ardientes, es ahora una brasa muerta que ya no da calor, pero sigue quemando en su ausencia.
Y aquí permanezco, atrapado en este mausoleo de memorias, prisionero de un pasado que me devora con su belleza marchita, condenado a escuchar una y otra vez esas mismas canciones que compartimos, convertidas ahora en cánticos fúnebres que velan las ruinas de nuestra felicidad extinguida.
Cierro los ojos en la penumbra, aguardando —casi suplicante— que el eco de tu risa regrese, que me envuelva como antes, que me arranque de este abismo, pero solo hallo el vacío… un vacío tan vasto, tan oscuro, que devora incluso mis plegarias. Las melodías, que antaño encendían la llama de nuestro fuego, hoy son la música de mi naufragio, la letanía de mi desolación.
Y así, cada acorde, cada nota, es un clavo más en el féretro de lo que fuimos; cada susurro, una daga que se hunde en mi carne espectral, arrastrándome aún más profundo en esta espiral de melancolía. Me abandono a este abismo, donde el único consuelo es la cruel caricia del recuerdo: lo perdido, lo hermoso, lo irreparable.
Porque quizás… solo en las sombras es donde aún podemos encontrarnos, tú y yo, desterrados de la luz, condenados a ser susurros entre las ruinas.
“Hay ausencias que no se llenan, solo se convierten en susurros que nos habitan.”
— 12 de octubre de 2024