Hoy, la sombra de la noche parece más densa, envolviendo cada rincón de mi alma en un manto de frío eterno. Hoy es la última vez que dejo que mi corazón, roto y maltratado, se atreva a latir con algo más que el eco de su propio vacío. Es la última vez que permito que un sentimiento, débil y tembloroso, se asome a la superficie de mi ser.
He dado tanto de mí que ya no queda nada. Cada palabra, cada susurro, se ha convertido en cenizas que el viento de la indiferencia dispersó sin compasión. Hoy es la última vez que me atrevo a sentir, la última vez que permito que el fuego arda en un pecho que solo conoce el frío.

El amor, la esperanza, incluso el dolor, ya no me pertenecen. Los encierro dentro de un cofre sellado, enterrado en la fosa más oscura de mi ser. Y con ellos, entierro la última chispa de lo que una vez fui. Hoy, me despido de todo lo que solía hacerme humano, porque el amor no es más que una sombra que nunca volveré a perseguir.
Escrito el día 27 de septiembre de 2024: ese fue el instante en que el amor murió en mí sin ceremonia ni lágrimas, solo un silencio denso y definitivo. Las promesas se quebraron como cristal bajo mis pies, y la esperanza, ya marchita, se disolvió en el aire como humo sin fuego. Desde entonces, solo camino entre sombras que no me tocan. Daniel Ortiz