Es en las largas noches donde el dolor se hace más real, cuando la ausencia se convierte en una voz que no puedo ignorar y que me susurra lo que dejé escapar.

Perdí el amor de mi vida y ahora sólo me queda este vacío que se aferra a cada rincón de mi existencia, llenando de sombras los espacios que alguna vez se iluminaron con tu risa, con tu amor.
La ansiedad me consume, se cuela en cada resquicio de mi alma, mientras los recuerdos se convierten en puñales que desgarran, uno a uno, mis pensamientos.
Me arrepiento hasta de las palabras no dichas, de las promesas rotas, de cada error que se acumula en mi memoria y se repite una y otra vez en esta tortura sin fin. Si pudiera, desharía cada segundo que nos condujo a este abismo, cambiaría cada palabra, cada silencio que te lastimó.
La soledad se ha vuelto mi única compañía, un abrazo frío y oscuro que se posa sobre mi piel, recordándome lo que ya no tengo.
En estas noches interminables, me hundo en el miedo de no poder superarte, de no volver a encontrar lo que una vez tuve en mis manos y dejé escapar. Me persigue la imagen de lo que podríamos haber sido, de los días que nunca llegarán, de los sueños que murieron cuando te perdí.
Ahora sólo me queda el consuelo amargo de este arrepentimiento, que me acompaña en cada amanecer, como un susurro sordo que me recuerda, una y otra vez, que el amor de mi vida se fue… y fui yo quien dejó que se desvaneciera.
Cariño, desde lo más profundo de mi ser, te pido perdón. Perdón por cada mentira que rompió tu confianza, por cada desilusión que sembré en ti, por cada momento en el que fui ciego a tu amor y te dejé ir sin luchar.
Hoy sólo quedan mis palabras, quizá insuficientes y tardías, pero llenas de un arrepentimiento que jamás desaparecerá. Si pudiera, borraría cada herida que te dejé, porque nada duele más que saber que te fallé.
Fue un 31 de octubre de 2024, la oscuridad se posó sobre mi pecho como una losa de piedra. La soledad me envuelve, y cada pensamiento es un lamento que me arde en la piel. Me persigue la culpa, me arrastra el arrepentimiento. Perdí tu amor, y en esta noche sin fin, sólo quedo yo… y el vacío que dejaste.