
Un rincón donde las palabras no gritan, susurran.
Aquí, la melancolía se convierte en verso y el amor duele bonito. Susurros de tinta, es un espacio dedicado a la poesía gótica, íntima y sin máscaras. Cada frase que leas nace del alma, manchada de sombra, deseo o pérdida.
Si alguna vez amaste en silencio, lloraste con los ojos secos o escribiste para no romperte… estás en casa.

La novia del humo

Fue solo un suspiro lo que quedó de aquel sueño: la ilusión de llevarte del brazo, mientras la eternidad se abría ante nosotros al compás de Nothing Else Matters. Imaginé tu silueta vestida de blanco, el escote insinuando la promesa de un para siempre que nunca llegó. Tus pasos lentos, tus ojos humedecidos no por la tristeza, sino por el vértigo de un amor que se atreve… o que se atrevió, solo en la niebla de mis pensamientos.
Esa visión fue mi refugio y mi condena. Una idea que ardía con la fuerza de mil soles, pero que nunca tuvo carne ni tiempo. Como un altar sin nombre, como un anillo que jamás abrazó tu dedo.
Hoy, esa melodía aún me persigue: suave, cruel, eterna. Cada nota es una espina; cada acorde, un eco de lo que no fue. Y sin embargo… qué dulce fue soñar contigo. Aunque solo haya sido eso: un sueño vestido de blanco, desvaneciéndose entre las sombras.
En la penumbra del deseo

En la penumbra de la noche ardiente,
bajo el manto de estrellas que nos mira,
tu piel susurra el deseo latente,
y en cada beso mi alma se inspira.
Tus labios, fuego que aviva el deseo,
tu cuerpo, lienzo donde pierdo el control,
cada caricia un susurro en mi oído,
cada gemido una canción de amor.
Enredados en pasión y anhelo,
nuestros cuerpos danzan al compás del deseo,
cada roce, cada suspiro, un anhelo,
de amarnos hasta el último suspiro.
Tu mirada, un mar de pasión y ternura,
tu sonrisa, la luz que guía mi camino,
en cada encuentro renace nuestra locura,
unidos en un amor eterno y divino.
Silencio del alma

En el abismo del silencio, mi alma descansa, congelada. El frío se ha apoderado de mi corazón, endureciendo cada rincón donde antes florecían los sentimientos. Mis expresiones, ahora ausentes, se han perdido en un invierno perpetuo, donde ni el susurro del viento logra quebrar el hielo que me envuelve.
El calor que alguna vez habitó mi cuerpo se ha extinguido, dejando tras de sí un vacío que ya no arde ni duele; simplemente existe. Mis lágrimas, secas y olvidadas, han cesado su curso, como si el río de mi ser hubiera quedado atrapado en un desierto eterno.
Hoy, solo queda el eco de un pasado cálido, atrapado entre las grietas del hielo, esperando algo que nunca llegara, un amanecer que despierte el fuego dormido.
El amor que abraza las sombras

Para mí… El amor es un pacto escrito con tinta de sombra sobre el alma. No nace en la luz, sino en la penumbra, donde las almas heridas se reconocen y el dolor se vuelve altar. Es besar cicatrices como si fuesen estrellas caídas, abrazar al otro cuando se deshace en sus propios abismos.
No se pronuncia, se encarna: en manos que sostienen, en ojos que no huyen del quebranto. Es ser refugio cuando todo arde, muralla cuando el mundo se derrumba, y llama cuando el frío invade el pecho.
El amor no teme a la ruina ni al sacrificio, porque sabe que sólo ardiendo se revela lo eterno. Es alquimia oscura: morir cada día en nombre del otro, y renacer entre las ruinas con el alma entrelazada.
Amar, en su forma más pura, es ser sombra y fuego, templo y sepulcro… y elegir quedarse incluso cuando todo tiembla.
La que el tiempo no toca

Eres como una llama que arde en un reloj detenido, un espectro que flota entre las sombras de lo que fue.
Mientras los demás caemos como hojas secas, arrastrados por el aliento podrido del tiempo, tú permaneces… intacta, suspendida en un instante que se niega a morir.
Te miro, y es como si el olvido te evitara, como si fueras un eco que nunca se desvanece. Un pacto sellado con algo antiguo, quizás. Porque mientras yo cargo mis huesos gastados, y la vida se disuelve como cera derretida, tú eres una figura tallada en obsidiana… sin grietas, sin polvo, sin fin.
Y eso me deja con la inquietud de saber: ¿qué es lo que el tiempo no se atreve a reclamar de ti?
El río de las plegarias rotas

Sentada en el lecho oscuro del río, sus cabellos eran hilos de sombra flotando en la corriente, y sus manos, pálidas como la luna enferma, reposaban en un acto de plegaria silenciosa. El ocaso, un herido carmesí, teñía sus pensamientos de penumbra, y los árboles, retorcidos, parecían inclinarse, cómplices mudos de su meditación. El agua, fría como el aliento de un espectro, besaba sus pies descalzos, mientras en sus ojos danzaban los reflejos de un crepúsculo herido. Allí, entre la carne y el olvido, ella era un suspiro perdido, un presagio atrapado entre lo que fue y lo que nunca será.
El Abrazo del Dolor

No puedo recordar nada, como si los vestigios de mi ser hubieran sido arrancados cruelmente, uno por uno, dejándome vacío. No sé si esto es una tortura eterna disfrazada de sueño, o si he sido desterrado de mi propia carne. Este silencio infernal, tan pesado como una lápida, me aplasta sin piedad, apagando cada resquicio de vida en mí. La relación ha terminado, pero no sin antes desangrarme, dejando cicatrices que nunca cerrarán. Despierto, pero solo para enfrentar la ceguera absoluta, una oscuridad que me devora. Lo que alguna vez fui, lo que alguna vez amé, ha sido mutilado hasta desaparecer. Ahora, el dolor es mi única compañía, retorciéndose dentro de mí como un veneno lento, la única realidad en este abismo interminable, donde la agonía se convierte en mi único consuelo.
El eco de mi sombra

En la penumbra de mi alma, los ecos de tu llanto resuenan como lamentos eternos. He sido el verdugo de tus sueños, el destructor de tus ilusiones. Cada latido de mi corazón es un recordatorio punzante de la sombra que dejé en tu vida.
Mi ser, cargado de culpa, vaga entre los restos de lo que fuimos, contemplando con ojos de penumbra los fragmentos rotos de tu amor. Soy el arquitecto de nuestra tragedia, el fantasma que arrastró a la oscuridad lo que una vez brilló con luz pura.
Tu risa, ahora un susurro lejano, se desvanece en la negrura de mis recuerdos, mientras tus lágrimas, como cristales quebrados, cortan el tejido de mi existencia. ¿Cómo perdonar a un corazón que se ha condenado a sí mismo a la tortura de tu pérdida?
Mi coraje es un fuego oscuro, un castigo autoimpuesto que arde en el abismo de mi ser. En cada rincón de mi mente, en cada rincón de mi ser, llevo el peso de tu dolor, un fardo que nunca podré soltar.
Soy un prisionero de mi propia sombra, y en esta celda de remordimientos, te pido perdón con el silencio de los condenados, sabiendo que ni mil palabras podrían redimir la tormenta que desaté en tu alma.
Fulgor de Ceniza

Dedicado con cariño para Nubia
Eres la chispa que danza en la penumbra,
un albor de fuego que devora la calma.
Te mueves como un relámpago escarlata,
burlando la noche con labios de veneno.
Tu sonrisa es un eco de cenizas doradas,
tus ojos, dagas que rasgan el aire,
y tu risa, un presagio de tormenta.
Eres deseo que no se toca,
fuego que no se apaga,
y mi palabra,
una ofrenda a tu sombra.
El filo que no cede

Dedicado a mi amiga, Pao 😊 de S.L.P.
No es de carne ni de aire,
sino de una esencia que retumba en el vacío.
Es la tempestad contenida,
la línea afilada entre la calma y el desgarro.
No pide permiso, no sigue a nadie,
su voluntad es su propio imperio,
y su mirada, un abismo al que pocos se atreven a asomarse.
Ella no se doblega,
porque su esencia es un secreto escrito en sombras,
y quien intente leerla
se perderá entre el fuego y la ceniza.
La doncella de esmeralda

La doncella de esmeralda y oro partió en un tren sin retorno, llevándose consigo el último destello de mi primavera. No hubo despedida, sólo el silencio cruel de un destino torcido por la sombra. La busqué en sueños, en estaciones vacías, en el eco de los andenes; pero el tiempo, como un verdugo sordo, no devolvió su aroma ni su mirada. Y aún hoy, la eternidad pesa más por lo que no fue, que por todo lo que fue.
La flor carmesí

La flor carmesí de la tarde caminaba a mi lado, y el mundo entero se disolvía con cada roce de su piel de fuego y miel. Sus risas eran sortilegios, sus silencios, abismos donde mi alma caía rendida. Bajo la lluvia, su aliento era promesa y pecado; sus pechos temblaban en mis manos como secretos jamás confesados. No hubo palabras, sólo un beso que devoró el tiempo, una caricia que encendió la noche, y un parque que aún guarda el eco de nuestros cuerpos danzando entre sombras y deseo.
Elección equivocada

Qué sombra tan honda pesa en mi pecho al comprender que aquel ser con quien anhelaba cruzar los umbrales de la eternidad no era sino un espejismo doliente, una máscara delicada de falsedad. Qué amarga es la caricia del desencanto cuando revela que he ofrendado mis días a un fantasma, a un amor tejido con hilos de mentira y deseo ciego. Mi alma, ahora, sangra versos de melancolía, susurrando su duelo entre las ruinas de lo que fue ilusión.

Sombras de Arrepentimiento y Deseo
Entre las sombras de mi propio orgullo, perdí lo más valioso que tenía: tu amor y tu confianza. Ahora, el eco de mi arrepentimiento resuena en este vacío oscuro que me consume, donde tus palabras dulces han sido reemplazadas por el frío silencio. Mi corazón, envenenado por mis propios errores, clama por redención. Si el destino me concede una última oportunidad, juro que lucharé contra cada demonio interno, cada herida que causé, para volver a ganarme el calor de tu mirada. Porque sin ti, solo soy un alma errante, atrapada en la penumbra de lo que alguna vez fuimos.

Sombra en el Crepúsculo
El ave negra se posa en el matorral de la calle empedrada, bañada por la luz tenue del atardecer. Sus plumas oscuras contrastan con los últimos rayos dorados del sol, como si en su vuelo hubiera atrapado la melancolía del día que se va. Observa en silencio, inmóvil, pero en sus ojos brilla el eco de un anhelo, una calma que solo el ocaso puede entender. En su quietud, el mundo parece detenerse, y en su sombra, un misterio que invita a soñar.